Aristeguieta: “El 23 fue un gran éxito de la cooperación entre civiles y militares”
Por: Enderson Sequera
Enrique Aristeguieta Gramcko es un abogado y político venezolano. Ha sido diputado en el Congreso nacional, Embajador en el Caribe, Viceministro de Relaciones Interiores, gobernador (E) de Nueva Esparta y Director de Registro del Consejo Supremo Electoral. En la actualidad, es presidente de la Gran Alianza Nacional Alternativa (GANA).
Pero, por sobre todas las cosas, el Dr. Aristeguieta es uno de los últimos héroes civiles de Venezuela. En su juventud, fue el representante de COPEI en la Junta Patriótica: una organización clandestina que luchó contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, hasta lograr su derrocamiento en alianza con las Fuerzas Armadas.
Hoy, en estos tiempos tan convulsos para el país, acudimos al Dr. Aristeguieta en busca de su orientación, conocimiento histórico y experiencia. Por mensajería instantánea, sostuvimos una conversación franca y amena donde le consulté qué lecciones podríamos extraer de la lucha que él lideró al frente de la Junta Patriótica, y que derrocó a Pérez Jiménez, para actuar contra el chavismo.
A continuación, sus respuestas.
Entrevista al Dr. Enrique Aristeguieta Gramcko
Hoy se cumplen 63 años del 23 de enero de 1958, fecha en que se produjo el derrocamiento de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. Como miembro de la Junta Patriótica, usted fue uno de los protagonistas civiles de este hecho. ¿Qué significa el 23 de enero de 1958 en nuestra historia?
Es una fecha de gran importancia histórica. Varias cosas ocurrieron que la hacen diferente de otras fechas en las cuales hubo un cambio de gobierno por la vía no institucional. El 23 de enero del 58 hubo una combinación de la acción de los civiles –protagonizada por la Junta Patriótica- y la acción de los militares, quienes, en definitiva, ese día pudieron dar el golpe final a la dictadura.
Por primera vez, los militares acuden a los civiles para pedirle una huelga general que serviría como detonante al movimiento que se inició el 22 de enero en la noche. Los civiles pudimos cumplir tal cual como se nos estaba exigiendo.
En un plazo de horas, prácticamente, logramos convocar una huelga general que fue total y exitosa en la ciudad de Caracas, que originó una represión brutal por parte de la Policía Metropolitana. La Guardia Nacional no participó.
Esa noche estalló el Golpe que terminó, en pocas horas, con la huida del dictador y algunos de sus colaboradores y el establecimiento de una Junta Cívico-Militar.
Al principio iban a ser cinco militares, luego se amplió a cinco militares y dos civiles, y, en definitiva, por protestas de quienes habíamos dirigido el movimiento en su parte civil, fueron expulsados de ella los dos militares que tenían más conexiones con el Perejimenismo.
Esa Junta, en un plazo de un año, pudo llevar al país a unas elecciones totalmente limpias y libres, que dio paso a la elección del segundo presidente electo por votación directa, universal y secreta en Venezuela, que fue Rómulo Betancourt.
De manera que el 23 de enero fue una fecha histórica de grandes encuentros y que dio paso a 40 años de gobiernos civiles y democráticos que se sucedieron después de ese momento inicial.
Creo por eso que es una fecha para recordar como un gran éxito de la cooperación de los civiles y los militares, del desinterés de los miembros de la Junta por ser miembros del ejecutivo o ser candidato presidencial. El Almirante Larrazábal, cuando decidió ser candidato tuvo el gesto de renunciar a la presidencia de la Junta, de manera que no tenía ninguna ventaja sobre los demás participantes.
En cuanto a la actuación de los partidos políticos que estaban representados en la Junta, los partidos políticos, en el desarrollo de ese año, tuvieron la madurez suficiente para suscribir un pacto de gobernabilidad, un pacto de Estado, que se llamó el Pacto de Puntofijo, que garantizaba que cualquiera que ganase las elecciones sería un presidente que contaría con el apoyo de esos tres grandes partidos que lo suscribieron. Era un gobierno de unidad con un programa previamente concertado. Fue el segundo aspecto importante del movimiento resultante ocurrido el 23 de enero.
Si un joven activista de San Fernando, o San Cristóbal, le pide un consejo sobre cómo organizarse para luchar contra el chavismo, ¿Qué le recomendaría? ¿Qué lecciones le dejó a usted la larga lucha civil en contra de la dictadura de Pérez Jiménez que puedan ser útiles a la generación actual?
Yo a los jóvenes actualmente lo primero que les recomendaría es leer mucho, formarse, estudiar. Mantener vivos sus ideales. Pensar en el país antes que en su bienestar individual. No caer en la tentación de participar en hechos que dañen su reputación como personas idealistas y honestas que están, no buscando un beneficio personal o económico, sino buscando la manera de salir esta cosa que es peor que todo lo anterior y que va a ser muy difícil para revertir algunas cosas, pero que habrá que hacerlo.
Va a tomar muchos años, pero eso hay que hacerlo.
Hay quienes tienen que acometer esa tarea, cuanto antes mejor. Pero hay que formarse para eso. A los jóvenes de hoy les va a tocar un trabajo mucho más difícil que a los de mi generación. Ese es el reto que está planteado y ese es el reto que hay que afrontar, y hay que vencer.
En la actualidad, mucho se ha hablado de la necesidad que tiene la oposición de volver a organizarse internamente. Considerando esto, le pregunto: ¿Cómo debe organizarse un movimiento social de resistencia ante una dictadura? ¿Qué elementos debe tener un movimiento social de este tipo si quiere ser eficaz?
Un movimiento, cualquiera que sea su característica, tiene que organizarse en base al patriotismo. A la formación intelectual que se pueda tener. A entender bien cuál es el enemigo que tenemos en frente, que es un enemigo mucho más cruel que cualquier otra anterior en nuestra historia. Inclusive, esto es peor que Juan Vicente Gómez.
Yo creo que hay que ir formando esa generación de relevo a lo que actualmente existe en el país. Porque esa generación de relevo es imprescindible.
Uno de los problemas que estamos enfrentando es que durante los 40 años de la democracia hubo una huida de la política y de la actividad relacionada con la política, nos encontramos con una generación que no está bien sólida, bien formada, y está incurriendo en unos errores muy graves que son un impedimento para conseguir el fin necesario.
En los últimos años, historiadores como Rafael Arraíz Lucca han afirmado que ha crecido el interés en estudiar la historia venezolana. ¿A qué cree usted que se deba esto? ¿Por qué los venezolanos debemos estudiar nuestra historia?
Me parece muy interesante esa opinión del profesor Arraíz Lucca. Me alegro mucho que así sea. Uno de los problemas que hubo en los 40 años de democracia es que la juventud estudiantil, los jóvenes profesionales, no se querían vincular a la política porque los partidos habían logrado cosechar un grado de desprestigio que los hacía poco atractivos para que la gente seria e idealista viniera a formar parte de ellos.
Me parece muy interesante que se quiera conocer la historia de Venezuela, porque al conocer la historia de Venezuela aprendemos a conocer el país y a conocernos a nosotros mismos.
Los venezolanos tenemos nuestra manera característica de actuar. En todos los aspectos. Por supuesto, también en la política. Hay muchos errores que rectificar. Pero, también hay muchas cosas buenas que hay que conservar.
Por eso, el que no conoce la historia de su país no puede participar en política con perspectivas de éxito. Nuestros dirigentes del pasado reciente la conocían muy bien.
Una vez Rómulo Betancourt le dijo a Eduardo Fernández, entre bromas y veras, que si él quería ser presidente de la República tenía que cumplir tres requisitos. Eduardo le preguntó “¿Cuáles, presidente?”.
Primero, querer ser presidente de la república. Segundo, leerse los 18 tomos de la historia de Venezuela de González Guinan. Y tercero, inscribirse en Acción Democrática.
Eso te demuestra la importancia que le daba un político de la talla de Rómulo Betancourt al estudio y al conocimiento de la historia de Venezuela.
Luego del 23 de enero, Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera (URD) y Jóvito Villalba (URD) dejaron a un lado las diferencias y firmaron uno de los documentos más importantes en nuestra historia como nación: el Pacto de Puntofijo. ¿Deben los líderes políticos actuales replicar esta experiencia? ¿Se necesita un nuevo Puntofijo para enfrentar al chavismo?
Creo que sería imprescindible. Porque el gobierno de transición va a ser de una duración limitada. No creo que llegue en ningún caso a cinco años. El gobierno de transición tiene que poner en orden las cosas en el país. Eso tiene que hacerlo a veces con medidas impopulares, por eso es que yo creo que un gobierno de transición no puede durar menos de tres años y tiene que estar constituido por los mejores hombres del país. No importa que ideología política tengan.
Eso sí, tienen que entender y aceptar que ellos no podrán optar a ser candidatos presidenciales. El que lidere ese gobierno de transición tiene que estar claro que se va a quemar, porque va a tomar decisiones sumamente duras.
Ahora, para ese nuevo renacer de la democracia, cuando se nuevo comiencen a elegirse los presidentes en un respeto a la constitución, desde luego, después del gobierno de transición se requiere un gobierno muy serio de unidad nacional que siga reconstruyendo el país. Que siga consolidando una democracia que va a estar renaciendo de un desastre como fue el que ocurrió en 1998, cuando eligieron a un presidente que venía era a destruir el sistema que lo había llevado a ese cargo.
El 03 de enero de 1958, la Junta Patriótica envía manifiesto en donde se proponía la unión del pueblo y ejército para derrocar la dictadura. 20 días después la FAN respondió y se produjo el 23 de enero. ¿Qué diferencias hay entre las FAN de antes y las FAN de ahora? ¿Por qué no han funcionado los constantes llamados a que retomen el hilo constitucional?
La primera diferencia, y quizá la más grave de todas, es que estas Fuerzas Armadas no son las mismas del año 1958. Aquellas Fuerzas Armadas eran unas Fuerzas Armadas que habían venido mejorando en todo sentido. Los oficiales estaban mucho mejor formados que ahorita. Eran mucho más patriotas. No estaban maleados y convertidos, pues, simplemente en buscadores de fortuna. Tenían un concepto de servicio a la patria como yo creo que no lo tienen estos ahora. Aunque, quisiera equivocarme en estas cosas que te estoy diciendo.
Ahora, yo estoy seguro que hay un grupo de gente idealista y seria en las Fuerzas Armadas que están dispuestas a hacer algo, no solamente para reconstruir el país, sino para reconstruir una institución que en el siglo XX dio beneficios muy útiles a la república, y sobre la cual debe pesar la salvaguardia y la defensa de la república y sus instituciones, la defensa y protección de la democracia, que es un bien que no se puede perder.
Hay una diferencia fundamental entre aquellas Fuerzas Armadas y estas. Estas Fuerzas Armadas hay que depurarlas, pero hay muchos oficiales decentes y capaces, que han sido pasados a retiro, que están encarcelados, que han sido torturados, que tendrán que ser reincorporados para asumir esa tarea tan pesada, tan grave y tan difícil de reconstruir las Fuerzas Armadas mientras también se reconstruye el país.
Y no se olviden que aquellas Fuerzas Armadas, con todo y las diferencias, también tardaron cinco años en reaccionar. Claro, ahora la cosa es difícil. Es diferente. Pero, el Golpe de Pérez Jiménez fue el 2 de diciembre de 1952 y Pérez Jiménez cayó el 23 de enero de 1958. Fueron cinco años. Cinco años en los cuales se fue trabajando
Estas Fuerzas Armadas están muy echadas a perder. Te repito: yo creo que hay siempre una reserva moral. Con razón hay tantos oficiales presos. Pero, el trabajo ha sido más duro y va a seguir siendo más duro que en el año 1956 o 1957.
Usted hace referencia a una conversación que tuvo con el expresidente Ramón J. Velázquez donde este hablaba de que Venezuela era un país donde era imposible saber qué iba a pasar mañana. ¿Podría relatar esa conversación?
Nosotros conversábamos de vez en cuando. Yo conté con su amistad y lo respeté mucho, honrando las diferencias o las distancias. No puede negar que fue un cerebro excepcional. Un historiador político notable.
Un día yo le pregunté, simplemente: “Doctor, ¿qué cree usted que va a pasar aquí?”. Y me dijo: “Mire, yo le pudiera dar un vaticinio si usted me preguntara sobre Colombia. Porque Colombia es un país de instituciones. Aquí en Venezuela, uno nunca sabe lo que puede pasar. Porque este no es un país de instituciones, este es un país de acontecimientos”.
Y con eso, me dejó respondida la pregunta. Yo no encontré que otra cosa decirle.
Si tuviera que darle un consejo al presidente Guaidó hoy sobre cómo retomar el camino hacia la transición democrática, ¿qué le recomendaría?
Al presidente Guaidó, yo le recomendaría que sea él, que sea auténtico. Que sea presidente, que se sienta presidente. Yo le recomendé a él recién designado que se juramentara como presidente y no se contentara con seguir siendo presidente de la Asamblea.
Afortunadamente, no fue que me hizo caso. Yo creo que él comprendió y se juramentó ante el pueblo, cosa que le cayó muy mal a algunos opositores, entre comillas, de aquel momento.
Para él, no mejora su imagen aparentar, pues, estar sometido a lineamientos de otros que otros le tracen. Un país presidencialista como Venezuela reclama que el presidente actúe como presidente y no como Primer Ministro, una figura que no existe en América, que está atado a lo que resuelva el parlamento.
Simplemente, le recomendaría que intentara ser lo que dice que es: el presidente encargado, que tiene que afrontar el terrible reto de sacar la tiranía, de ponerle fin al actual estado de cosas.
Una vez derrocada, ¿será el chavismo la última dictadura de nuestra historia republicana?
Yo quisiera. Yo tenía esa ilusión, y hasta esa seguridad, después del derrocamiento de Pérez Jiménez. Cuando yo vi que se iban sucediendo las elecciones presidenciales, y por primera vez en nuestra historia un presidente electo era sustituido por otro presidente electo, y un presidente electo de oposición sustituía a un presidente electo de un partido distinto. Todo parecía indicar que Venezuela ya estaba consolidada como una democracia.
Cuando yo iba al exterior, recuerdo con cuanto respeto nos miraban a nosotros y nos escuchaban como una de las democracias más sólidas del continente. Eran 40 años seguidos de alternabilidad.
Yo lo he manifestado varias veces. En Venezuela, durante esos 40 años, nunca ganó las elecciones un candidato que fuera el candidato preferido por el presidente. Rómulo Betancourt no quería a Leoni como candidato presidencial. Hubiera preferido que fuera Gonzalo Barrios. Sin embargo, el partido le impuso la candidatura de Leoni y ese fue el candidato de AD ganó las elecciones.
Cuando Carlos Andrés Pérez ganó la presidencia por segunda vez, Carlos Andrés no era el candidato que Lusinchi quería. Lusinchi quería que fuera Octavio Lepage. Una vez más, el partido le impuso a Carlos Andrés Pérez.
En síntesis, el presidente entrante nunca fue el candidato preferido del presidente saliente y, la mayoría de las veces, el presidente entrante era del partido de oposición.
Yo creía que nuestra democracia estaba caminando con pies firmes y sólidos, hasta que nos vino la desgracia de Hugo Chávez Frías.
Finalmente, ¿es usted optimista con respecto al futuro de Venezuela?
Yo quisiera ser optimista con respecto al futuro de Venezuela. Además, yo estoy obligado a ser optimista. Porque nada es eterno, aunque los cubanos llevan 60 años sufriendo esa cosa asquerosa e ignominiosa que es la dictadura comunista.
Tristemente, la fórmula de comunismo que se ha adoptado en Venezuela es la misma forma de Cuba: ese comunismo caribeño cubano que lo que viene es a destruirlo todo, porque a los de la cúpula le es más fácil gobernar sobre un país empobrecido, subdesarrollado, con una población famélica y andrajosa, que sobre un país que esté caminando sobre los rieles del progreso.
Hay que ser optimistas. Si no somos optimistas, no vamos a luchar. Y hay que luchar. Hay que luchar por el tiempo que sea necesario hasta conseguir el triunfo definitivo. Estoy en esa onda y voy a seguir en esa onda.
Por eso, podría decirte que tengo que ser optimista. Y tengo que tratar de trasmitir este optimismo y esta necesidad de no cesar ni un instante en la lucha contra el horror, contra opresión, contra el crimen, todo lo que significa este régimen despreciable.