ESPECIAL | Biden y Venezuela: ¿continuidad o cambio de paradigma?
Por: José Andrés Martínez
El 20 de enero se juramentó Joseph Biden Jr. como nuevo Presidente de los Estados Unidos de América tras semanas de intensa convulsión social y política.
El asedio al Capitolio, el control del Senado por parte de los demócratas y el segundo impeachment a Trump, han marcado la pauta en el tablero político estadounidense.
La nueva administración enfrentará grandes retos a nivel interno y a nivel internacional. El caso Venezuela será uno de los retos más difíciles que tendrá la nueva Administración en su política exterior: Biden tendrá que trazar una nueva estrategia que explore herramientas alternativas a las usadas por Trump, en un entorno político desfavorable para las fuerzas democráticas.
En los últimos meses el régimen de Maduro recuperó la iniciativa al imponer una nueva Asamblea Nacional en unas elecciones que no fueron reconocidas internacionalmente y arreció la persecución contra la oposición democrática y la sociedad civil.
El contexto venezolano es desalentador: la crisis social y humanitaria sigue empeorando; la emigración masiva de venezolanos continúa y afecta a la región; y la asistencia rusa, china, cubana e iraní da oxígeno al régimen chavista para poder sobrevivir.
Mientras tanto, el liderazgo de Juan Guaidó como Presidente Interino se encuentra frágil por los cuestionamientos internos e internacionales a su legitimidad que se derivan de la finalización del mandato de la Asamblea Nacional, además de la evidente pérdida de apoyo popular, reflejado en las encuestas, por la falta de resultados concretos y los escándalos de corrupción en el seno del interinato. Los retos que enfrenta la oposición en 2021 los puedes ver en este especial (click aquí).
En este nuevo contexto político, ¿qué ajustes estratégicos hará Biden en su política hacia Venezuela? ¿Representará un cambio de paradigma?
La agenda de Política Exterior de la nueva Administración
La llegada de Biden marca el retorno del multilateralismo en la política exterior estadounidense. El candidato demócrata prometió en campaña la reincorporación de EEUU en la OMS (ausencia que China ha querido aprovechar), al Consejo de Derechos Humanos de la ONU y en el Acuerdo de París, entre otros. No obstante, este enfoque va a diferir del multilateralismo del período de Obama porque estará centrado en beneficiar al ciudadano y empresas americanas, así como también consolidar una coalición entre democracias para frenar el oportunismo ruso y la asertividad china.
En este sentido, el nuevo mandatario también asomó su intención de recomponer las relaciones con los aliados que han sido cuestionados por Trump. Principalmente el caso de Europa, que enfrenta el dilema de inversión y tecnología china; y con algunos países como India, Australia y Japón que son prioritarios en la coalición para hacerle contrapeso a la ambición hegemónica de Beijing en Asia.
¿Será Venezuela una de las prioridades de Biden en su política exterior? Sí, pero muy por detrás de la competencia estratégica con las grandes potencias: China y Rusia; el restablecimiento del acuerdo con Irán, desnuclearizar a Corea del Norte, y finalmente, liderar la acción internacional contra amenazas trasnacionales como el cambio climático, el cual fue definido por la Administración Obama como una de las amenazas más importantes que enfrenta esta generación y que Biden ha posicionado como un tema central en su programa de reconstrucción económica doméstica. Ahora, Venezuela sí será un tema muy relevante cuando se discuta sobre las preocupaciones y retos que existen en la región.
La agenda internacional de Biden estará subordinada a su agenda interna que tendrá, por obvias razones, preferencia en el uso de recursos y tiempo por parte de la Administración. Las múltiples crisis derivadas de la pandemia han alterado el estilo de vida de los americanos, y los estragos económicos no se han hecho esperar.
En el segundo trimestre del 2020 hubo cifras récord de contracción económica y desempleo. Por lo tanto, los esfuerzos de Biden estarán enfocados en la recuperación económica y la vacunación generalizada de la población en el menor tiempo posible.
A diferencia de EEUU, la mayoría del mundo sigue sin tener perspectivas claras de una pronta contención del virus y una recuperación económica: las consecuencias de la pandemia aún están por verse. En un año electoral como este, no es improbable la llegada al poder de movimientos populistas en Latinoamérica. Tampoco es impensable una crisis sobrevenida con China. Estos sucesos pueden hacer que lo urgente en la agenda se imponga sobre lo importante y el tema venezolano sea desplazado más atrás de lo que ya está.
¿Quiénes forman parte del equipo de Política Exterior de Biden?
En el equipo de política exterior de Biden se incorporan funcionarios que estuvieron en la Administración Obama, quienes estuvieron involucrados personalmente en el proceso de negociación del acuerdo con Irán y son muy vocales sobre la defensa de la democracia y de los derechos humanos como principios que rigen el accionar de EEUU en el exterior. Esto no implica en absoluto que la política exterior de Biden será una copia de la de Obama: el contexto político, económico y social en Estados Unidos es diferente, pero sobre todo, el marco internacional plantea nuevas prioridades, retos y amenazas.
Tony Blinken sería elegido como Secretario de Estado, Linda Thomas-Greenfield como Embajadora de los EEUU en la ONU, Jake Sullivan como Asesor de Seguridad Nacional del Presidente y Juan González será el Asesor de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental. Estos funcionarios forman parte del establishment demócrata y defienden el orden liberal mundial construido por EEUU.
El nuevo Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, planteó en una conferencia en 2019 que el enfoque hacia Venezuela debería incorporar un aumento de sanciones al régimen y un mayor esfuerzo de EEUU y sus aliados para contrarrestar el soporte técnico y económico que ofrecen Cuba, China, Rusia e Irán al régimen venezolano; estos aliados ideológicos ayudan en labores de vigilancia interna, defensa, suministro de bienes básicos, asistencia técnica en la reparación de las refinerías y experiencia técnica para circunvalar las sanciones financieras.
Hasta ahora, los esfuerzos han sido insuficientes para anular estos centros de equilibrio que utiliza el régimen para su supervivencia y la participación activa de la Unión Europea a nivel diplomático puede contribuir en esa dirección. Un elemento fundamental para la supervivencia del régimen son los servicios de inteligencia extranjeros, ya que permiten al Gobierno de facto desarticular y disuadir cualquier intento de coordinación interna entre miembros insatisfechos de la coalición gobernante, por ello Sullivan señala que debe hacerse un esfuerzo por presionar a Cuba o conseguir un arreglo favorable con ellos para retirar uno de los soportes más importantes del régimen.
Una nueva estrategia hacia Venezuela
En los últimos años, la esperanza de cambio de millones de venezolanos ha estado depositada en una milagrosa acción extranjera. El Gobierno de Trump llevó a cabo una política de “máxima presión” sobre el régimen, cortando sus fuentes de ingreso, ofertando condiciones flexibles para una transición y respaldando al Gobierno Interino de Guaidó. No obstante, no ha cosechado los resultados esperados para desencadenar una transición en Venezuela y la necesidad de una nueva estrategia parece evidente.
El desgaste del liderazgo opositor y la cohesión del chavismo ha revertido el contexto político e institucional en territorio venezolano. Ante esto las fuerzas democráticas están replegándose: Leopoldo López, ahora en España, habla de la necesidad de una negociación que incluya al chavismo en la transición y múltiples diputados de la Asamblea Nacional ha renunciado a su curul.
En este nuevo escenario en que el liderazgo de Guaidó se diluye, y el chavismo sigue avanzando en su agenda totalitaria; el riesgo de tener un gobierno Interino en el exilio o preso es real. Las acciones diplomáticas que realice Biden junto con sus aliados hacia Venezuela puede ayudar a frenar la ambición del chavismo de eliminar de manera definitiva al liderazgo del Gob. Interino que observa como su respaldo internacional se agrieta.
La finalización del mandato de la AN en 2020 ha provocado la profundización de dilemas entre EEUU y sus aliados. La nueva administración confirmó que va a seguir reconociendo a Juan Guaidó como Presidente Interino. Mientras que en un comunicado reciente, la Unión Europea desconoció las elecciones parlamentarias de diciembre pero evitó mencionar a Guaidó como Presidente Interino o del Parlamento, y se acerca más a la denominación de líder de la oposición que ha sido utilizada antes por el Gobierno de Pedro Sánchez.
Esta brecha entre EEUU y la UE evidencia la complejidad del problema político venezolano. La Unión Europea ha insistido numerosas veces en una negociación creíble y efectiva que ayude a aliviar la crisis social y la convocatoria de elecciones libres y democráticas, sin embargo, como ya se sabe, el régimen siempre ha torpedeado las conversaciones ya que no se ve en la necesidad de negociar su salida.
Biden probablemente concentrará sus esfuerzos en presionar al régimen para negociar la convocatoria de elecciones libres en Venezuela a cambio del levantamiento de sanciones y garantías, como reportó Bloomberg.
Asimismo, insistirá en algún arreglo para el alivio de la emergencia humanitaria y reevaluará el régimen de sanciones. Las sanciones por sí mismas no generan cambios de gobierno, pueden ser utilizadas como mecanismos de presión y cartas de negociación. El régimen ha conseguido circunvalar las sanciones, por lo tanto, una revisión de las sanciones puede realizarse para mejorar las existentes y eliminar las que no son efectivas.
Por último, una intervención militar liderada por EEUU no es una opción realista, por mucho que Trump haya coqueteado retóricamente con la idea en algún momento. La Administración Biden no se aventurará a intervenir militarmente en Venezuela, y si lo hace, no será porque un sector de la oposición lo solicite o vote a favor del artículo 187.11 de la Constitución de la República, sino porque los intereses vitales de EEUU están en juego en Venezuela, situación que no ha ocurrido con Trump ni tampoco ocurrirá con Biden. Las declaraciones de Elliot Abrams al respecto no dejan espacio para la duda y los aliados sudamericanos ya se han mostrado adversos a la posibilidad.
La nueva estrategia de Biden podría representar un cambio de paradigma en las formas y medios de la política exterior estadounidense hacia Venezuela. Pero más allá de los nuevos planteamientos estratégicos del nuevo Presidente, hay que interiorizar que la transición a la democracia vendrá precedida por los esfuerzos a lo interno para desencadenar el proceso.
Las acciones diplomáticas de presión por parte de Estados Unidos y la comunidad internacional no son condiciones suficientes para recuperar la democracia en Venezuela, vienen a complementar los esfuerzos del bloque opositor y a atenuar la asimetría de poder entre los actores políticos. La articulación de una estrategia coherente y unitaria que consiga socavar las bases de legitimidad del régimen fue y sigue siendo la mejor alternativa para recuperar la democracia.
Los venezolanos debemos aceptar que no habrá soluciones mágicas ni inmediatas desde el exterior. Sobredimensionar el rol de los actores internacionales en la resolución del conflicto venezolano no es conveniente.