El ensayo escrito en 1945 por el filósofo Karl Popper sobre los enemigos de la sociedad abierta puso de manifiesto las teorías, doctrinas y hombres de alto nivel intelectual que eran, enemigos, enemigos de la libertad humana. En nuestro tiempo, el brote de una pandemia global ha desarrollado una nueva percepción de la sociedad cerrada; esa adaptada al hoy que prescribe nuevos métodos y nuevos protagonistas en búsqueda de nuevos atentados contra la libertad y el medio que hace posible: la democracia.
Una gran cantidad de países, incluidos los democráticos, han recurrido a la implementación de medidas extraordinarias para proteger a los ciudadanos del contagio y propagación de la pandemia. Desde restricciones sin precedentes a encuentros sociales hasta la actividad comercial común. Sin embargo, el virus como cualquier otra amenaza, posee componentes claves como el miedo, el riesgo o la incertidumbre que les proporciona diversos mandatarios en el mundo herramientas para incrustar sus premeditadas agendas autoritarias justificadamente en nombre de la seguridad nacional y con el aval de toda la población. Esta "sociedad del riesgo" que advirtió el sociólogo Ulrich Beck en su momento es frágil en su propia ambivalencia tecnocientífica, ya que por un lado abundante la difusión de noticias falsassembrando el pánico, y por el otro, millas de herramientas informativas indispensables para enfrentar la crisis. La presente coyuntura, por tanto, brinda una facilidad sublime para ejercer acciones de poco calibre democrático. Los tiempos de crisis productores la necesidad de que los ciudadanos se refugien en un liderazgo fuerte o de "mano dura" que se preocupe por su supervivencia, por lo que son más propensos a aceptar cuentos medidas que en cualquier otro contexto de intolerables, fomentando el Desmantelamiento escalonado de las libertades y derechos fundamentales.
Ante estas afirmaciones, existen casos de referencia que ilustran mejor este asunto. En su artículo más reciente, Michael Abramowitz y Arch Puddington, miembros de la organización Freedom House, una organización dedicada a la defensa de los derechos civiles y las libertades, señalan algunos antecedentes en cuestión a tener cuenta:
Por ejemplo, la manera en que Vladimir Putin capitalizó políticamente la masacre con terroristas en una escuela de Beslán en el año 2004, intensificando sus poderes, eliminando elecciones regionales dadas en las encuestas apuntaban en su contra, y exacerbando el control sobre las labores de la prensa y sociedad civil. Otro caso, un poco más reciente, sería el antecedente suscitado en 2016 tras el golpe de Estado de Tayyip Erdogan, donde el mandato impuso un Estado de Emergencia que estuvo marcado por la persecución y arresto de los disidentes en la administración pública, sistema educativo, militares y medios de comunicación. La medida fue levantada en 2018, justo cuando el gobernante turco había asegurado con enmiendas constitucionales su consolidación en el poder. Un tercer caso, bastante familiar, sucedió en Venezuela con Hugo Chávez a la cabeza tras el intento fallido de golpe de Estado en 2002, el cual actuó como punto de inflexión para buscar acérrimamente su dominio en cada uno de los sectores políticos, sociales y económicos del país. La diferencia relativa al Coronavirus con los antecedentes afectados es su alcance global, lo que ha llevado a poner a prueba las capacidades democráticas de muchos países entre el conflicto de preservación de libertades y derechos civiles frente a las pretensiones autoritarias que, sin ninguna objeción, pueden ser acendradas.
Censura informativa y restricciones a la libertad de expresión.
La amenaza amenazada en China. Los intentos del gobierno autoritario para ocultar la pandemia tuvieron como consecuencia su propagación mundial masiva. Cuando uno de los médicos dedicados a la investigación de la pandemia alertó sobre la gravedad de la enfermedad al principio del brote, fue encarcelado y falleció posteriormente. Es bien sabido el papel fundamental y decisivo que juega la información y la transparencia en una democracia (Amartya Sen dixit ), sobre todo en el debate público abierto. Como precedente, China opera de la misma manera con la aparición de la epidemia SARSen el año 2002. Aunque los primeros casos tuvieron lugar en el sur de China en noviembre de ese año causando víctimas mortales, la información sobre esa nueva enfermedad fue ocultada y mantenida en secreto hasta abril del año siguiente. No fue hasta que la infección se propagó por Hong Kong y Beijing que la noticia salió a la luz pública, sin la posibilidad de contener su aislamiento y control local. El problema es claro: un gobierno que no está acostumbrado a rendir cuentas, no existe la libertad de expresión y escasea la transparencia.
En la misma línea, en países donde están críticos es castigado, ya se han puesto a disposición legal atentados contra la prensa. En Emiratos Árabes Unidos, Irán, Siria, Marruecos, Omán o Yemen ya han prohibido la venta de periódicos. En teoría, con la propuesta de evitar la extensión de la enfermedad. A su vez, las autoridades turcas han arrestado a más de 400 personas por publicaciones "provocativas" en los medios de comunicación sobre la pandemia, declaradas al gobierno sobre su rechazo a la libertad de expresión. Igualmente, el régimen de Nicolás Maduro desde la primera semana de pandemia en Venezuela ha instalado por detener a los periodistas y activistas que cuestionan la preparación del país ante la pandemia, así como por poner en tela de juicio las estadísticas oficiales informadas. Incluso, Hechos que pueden utilizar hasta ficticios para los tiempos que vivimos, tienen su lugar cuando en Turkmenistán ha prohibido utilizar la palabra "Coronavirus" y usar mascarillas en las calles. El régimen de dicho país, además, niega la existencia de contagios en su territorio poniendo en riesgo a su población.
El incentivo autoritario.
Uno de los hechos más escandalosos fue el suscitado en Hungría con el Primer Ministro Viktor Orbán, quien tras cinco años mostrando ciertos indicios autocráticos, ha instrumentalizado la crisis viral para afianzar su poder mediante la aprobación de una ley para gobernar por decreto indefinidamente en detrimento del parlamento Al mismo tiempo, puede detener hasta cinco años de prisión a aquellos que difundan información que "pongan en riesgo la protección eficaz de la población". En Filipinas, el presidente Rodrigo Duterte, ha ordenado las fuerzas legales disparar a todo aquel que viole la estricta cuarentena. Una prueba clara de violación a derechos humanos. Además, se ha valido de poderes especiales que le dan vía libre para gobernar ignorando al parlamento.
Si bien ambos casos anteriores son muy frecuentes, no deja ser intrigante que el Departamento de Justicia del gobierno de Donald Trump haya solicitado al Congreso de Estados Unidos poderes para detener indefinidamente a personas durante la emergencia. También, en El Salvador, Nayib Bukele comprobó la aprobación de las leyes para suspender la protección constitucional de algunos derechos fundamentales. Ejemplos sobran. Hay que mantener la alerta.
El oportunismo electoral.
En Francia se han suspendido elecciones hasta nuevo aviso, así como en otros países. No obstante, se encuentran diversas suspicacias en torno a este hecho. Por ejemplo, a pesar de las restricciones, el presidente de Polonia Andrzej Duda continúa haciendo campaña de reelección dado su aumento de las tasas en las recientes evaluaciones. Las elecciones siguen pautadas para llevar a cabo el próximo 9 de mayo, sin una competencia justa debido a la oposición ha acatado el confinamiento, lo que decantaría todo a su favor. En Bolivia, la presidenta interina Jeanine Áñez ha pospuesto las elecciones del 3 de mayo sin fecha prevista, las cuales debían poner al país nuevamente en una senda democrática. Curiosamente, las evaluaciones no la respaldaban.
Desmovilización de disidentes.
La desarticulación de protestas que asediaban a gobiernos en las calles debido al confinamiento ha servido de oxígeno para algunos autoritarismos. El 2019 ACLED ( ubicación de conflictos armados y datos de eventos ) señalaba a finales del año 2019 alrededor de 21.364 protestas en el mundo. Actualmente, han disminuido un bronceado solo 170. Las protestas de más de un año del movimiento Hirak en Argelia han cesado con encarcelamientos a los principales líderes que han pasado desapercibidos. En Hong Kong, las calles también fueron vaciadas tras ocho meses de protesta.
Exacerbación del militarismo.
Hasta en las más auténticas democracias occidentales ha tenido un despliegue de fuerzas militares que vuelven temeroso el futuro colectivo sobre el uso estratégico del riesgo y la amenaza de los gobiernos. Ya se ha detectado el comportamiento social ante ello. En Kenia y Nigeria, hay casos y registros de militares que han reimprimido a inocentes por no acatar el distanciamiento social. En Filipinas y Sudáfrica también se han informado problemas de migración durante los requisitos de los ciudadanos. Por su parte, en la India, las fuerzas policiales han manipulado los problemas del confinamiento para promover aún más la discriminación de los musulmanes en el país. Como estos, muchos días nuevos de algún tipo de exceso militar o policial en plena contingencia,
Vigilancia y control social.
El gobierno de Rusia impuso desde el principio medidas de censura y vigilancia en tanto desviaba la atención de la opinión pública de las enmiendas constitucionales que planea Putin para extender su poder. Países como China, Corea del Sur, Israel o Singapur han estado controlando la crisis de la pandemia adquiriendo datos de los teléfonos inteligenteso teléfonos inteligentes de cada ciudadano. El gobierno israelí, por ejemplo, opera con el rastreo de teléfonos en manos de la agencia de seguridad nacional, saltándose protocolos de privacidad. Se puede prever, como escribió el historiador Yuval Harari hace unos días, que los riesgos están ahí para la privacidad de los ciudadanos mar violada. No se conoce a ciencia cierta el alcance de la información recolectada para enfrentar la pandemia, sin embargo, no está exenta de que en un futuro no tan lejano pueda ser utilizado como instrumento de control social o para multas represivas.
Indudablemente, el Coronavirus ha intensificado la pretensión autoritaria a lo largo y ancho del mundo, sirviéndose de excusa para las libertades democráticas democráticas, revitalizando el elemento militar, dar pie a una nueva sociedad cerrada que bloquea las fronteras y exaltar el nacionalismo enfundando la discriminación a la cooperación global. Se nos vendeá de la eficacia de China para contener el virus, se nos venderá la idea de que la "mano dura" funciona de forma más efectiva que los protocolos de las democracias occidentales, se nos venderá la iniciativa de autoflagelar nuestras libertades en pro de la seguridad nacional. Es ese el terreno donde tendremos que estar atentos para proteger los valores de la sociedad libre post pandemia.
Hay casos especiales como el sueco. El gobierno ha puesto la confianza en sus ciudadanos para seguir las reglas de aislamiento social, dando un entrever que los ciudadanos creen en sus instituciones públicas. Empero, muchos analistas aseguran que en Suecia se está poniendo más en riesgo la salud pública de cara al futuro que en los países donde se han impuesto restricciones importantes a las libertades.
Entonces, ¿qué hacer ante el dilema?
Resultó desacertado pretendiente que los gobiernos democráticos del mundo sin restricciones nuestras libertades bajo una emergencia como la pandemia; que no movilicen fuerzas de seguridad para mantener el orden; o que no busquen medidas efectivas a través de la tecnología, siempre y cuando se encuentren frente a la pandemia y coexista una estrecha supervisión del resto de poderes públicos. El reto está en enfrentar el dilema entre permitir la pretensión autoritaria - aunque brinde seguridad - o, evitarla - aunque persista el miedo - mediante el empoderamiento ciudadano, como señaló Harari. Ante tales dificultades, es necesaria la implementación de políticas compatibles con la democracia, que sean capaces de manejar la crisis y su incertidumbre.
La pandemia pasará y cambiará las formas de ver el mundo tal y como lo conocemos. El deber como ciudadanos, por tanto, será evitar que se ponga en peligro la democracia. Como reflexionaba el filósofo Giorgio Agamben recientemente: “una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre”. La sociedad abierta tiene nuevos enemigos, y hay que enfrentarlos.
José Linares @ 10joseg