Por: José Andrés Martinez
Las elecciones presidenciales de noviembre entre Trump y Biden son relevantes para Venezuela. La sociedad venezolana se ha polarizado en la discusión sobre la política exterior de los candidatos, puesto que la mayoría de los venezolanos ansían con desesperación una salida del chavismo del poder.
La política exterior de Trump hacia Venezuela se ha basado en el reconocimiento inmediato de Juan Guaidó como Presidente Encargado y apoyo a sus iniciativas, las operaciones militares en el Caribe contra el narcotráfico, las sanciones personales y petroleras, la oferta del “marco para la transición” y las acusaciones criminales por parte del Departamento de Justicia. La principal duda reside sobre el candidato opositor, Biden y cómo sería su política con Venezuela, ¿sería más permisivo con el régimen o su llegada a la Casa Blanca podría encauzar una transición en Venezuela?
En principio, la presión sobre la dictadura va a continuar en caso de que Biden sea presidente, pero cambiará la estrategia, los instrumentos y el tipo de liderazgo que va a ejercer Estados Unidos hacia Venezuela
La presencia de un régimen presuntamente asociado con redes de delincuencia organizada trasnacional, y aliado con regímenes que desafían el orden liberal mundial, representa una amenaza para la seguridad estadounidense y hemisférica. Esto se va a mantener sin importar quién toma el poder en EEUU. Nos encontramos en un contexto político caracterizado por la competencia estratégica por parte de grandes potencias: Estados Unidos y China, con la participación de Rusia en menor medida.
El Departamento de Defensa en su “2018 National Defense Strategy” señala que la competencia estratégica interestatal ha vuelto a ser relevante para la seguridad nacional americana. Si Biden gana la presidencia va a tener que lidiar con este ambiente internacional de competencia en diferentes tableros.
Venezuela forma parte de la coalición contra-hegemónica que desafía la preponderancia estadounidense en el sistema internacional, con China y Rusia como sus principales aliados. Tanto a China como a Rusia les interesa tener un régimen aliado en el continente americano que sirva como pivote en su competencia con los Estados Unidos. Venezuela tiene la capacidad para desestabilizar la región por medio de apoyos a grupos sociales y políticos afines ideológicamente, promoviendo revueltas sociales en el continente y acogiendo actores trasnacionales cuestionables.
Las relaciones políticas del régimen venezolano no pasan desapercibidas para EEUU, Recientemente se ha polemizado por un acuerdo militar firmado entre Venezuela y Corea del Norte, expertos de la ONU han exigido más información del acuerdo puesto que podría constituir una violación a las resoluciones del Consejo de Seguridad. Adicionalmente, el Presidente de Colombia, Iván Duque, denunció la intención de Venezuela de establecer con asistencia de Irán, misiles balísticos de corto y mediano alcance, sin embargo, esta acusación no ha sido comprobada.
La creciente cooperación con Irán alerta a los norteamericanos y permite al régimen ampliar su centro de gravedad para extender su supervivencia. Por ello, esta situación lleva a cualquier presidente estadounidense, indiferentemente de su afiliación partidista, a mantener el tema de Venezuela entre sus prioridades de política exterior.
En segundo orden, la naturaleza autoritaria del régimen contrasta con el orden liberal que impera en la región. La promoción de los valores democráticos sigue siendo central en la política exterior estadounidense por la idea liberal de que un mundo más democrático es a su vez más pacífico y próspero. Una transición democrática en Venezuela dejaría en total aislamiento a Nicaragua y Cuba, haciendo más factible articular una coalición regional para presionar a aquellos regímenes a realizar concesiones y aperturas políticas.
Las fuerzas políticas estadounidenses comprenden la magnitud del problema venezolano y han actuado conjuntamente para realizar proyectos de ley para sancionar al régimen, cortar sus fuentes de ingreso y congelar sus activos en territorio americano. Sin duda, es un asunto bipartidista y lo seguirá siendo. No obstante, ya varios senadores, entre ellos Chris Murphy y Mitt Romney, han manifestado críticas sobre la efectividad de la estrategia de Trump. En todo caso, Biden tendría el respaldo del Congreso en sus políticas de presión contra el régimen, pero parece difícil que pueda comprometer activos militares más allá de las operaciones en el Caribe.
En cuanto el tema migratorio, no hay que olvidar que Biden está dispuesto a emitir un decreto ejecutivo para otorgar el Estatus de Protección Especial (TPS en inglés) a 200.000 venezolanos que hacen vida en Estados Unidos y califican para esta medida que les permitirá regularizar su estatus migratorio en el país.
Los elementos de cambio en la política hacia Venezuela están ligados al estilo del liderazgo, la retórica diplomática y la magnitud de la presión. En el caso que Biden sea Comandante en Jefe, podemos esperar que Estados Unidos intente reestablecer algunas políticas de la era Obama que fueron revertidas por Trump, y mejorar las relaciones con los aliados tradicionales que han sido cuestionados por esta Administración. Biden ha hecho énfasis en la necesidad de retomar la diplomacia multilateral, a diferencia del estilo unilateral de Trump. El restablecimiento del liderazgo multilateral por parte de EEUU podría ser una oportunidad para coordinar incentivos y sanciones al régimen con sus aliados americanos y europeos.
Así mismo, se puede esperar que la retórica diplomática tenga otro tono, se reduzcan los decibeles y se coordinen las declaraciones entre los aliados. Las sanciones se van a mantener, pero no es seguro que vayan a aumentar, también dependerá de las acciones de Maduro y compañía.
Un elemento que ha sido central en la discusión entre los venezolanos es el de la posibilidad de una intervención militar estadounidense o de una coalición americana. Si bien el Presidente Trump ha insistido que no descarta esta posibilidad, no parece probable que Biden considere el uso de la fuerza para lograr un cambio de gobierno, las aventuras militares en Medio Oriente han evidenciado los costos económicos que acarrean estabilizar las instituciones de un Estado en descomposición y los costos sobre la imagen de Estados Unidos en el mundo. Biden podría amenazar con usar la fuerza en caso que alguna embarcación americana sea atacada en el Caribe, pero no parece un escenario factible. Sin esta amenaza del uso de la fuerza, la capacidad disuasiva de los EEUU disminuye.
Trump y Biden son individuos que pertenecen a tradiciones de política exterior diferentes, esto implica que los instrumentos, estilos y estrategias varíen, pero se mantiene el marco en que se desarrolla la política internacional. Por mucho que se hable durante la campaña electoral que Biden tendría una política exterior blanda y hasta amistosa con los regímenes de China, Cuba y Venezuela, esas acusaciones electoralistas poco nos sirven para analizar las posibles claves de su política exterior.
El régimen de Maduro representa una amenaza a la seguridad hemisférica y tiene vínculos políticos, económicos y militares con actores estatales y no estatales que desafían el liderazgo de Estados Unidos a nivel global. Esta situación obligaría a Biden a seguir presionando para lograr una transición democrática en Venezuela, y su política será juzgada a partir de su efectividad que sigue siendo difícil de predecir porque va a depender también del accionar de las fuerzas políticas dentro de Venezuela, que son un factor clave para desencadenar la transición.