ESPECIAL
El pasado 05 de enero, en horas de la tarde, Juan Guaidó fue ratificado como presidente de la Asamblea Nacional (AN) para el periodo 2020–2021 y, por tanto, presidente encargado de la República. El resto de la Junta Directiva del Parlamento quedó conformada por los Diputados Juan Pablo Guanipa (PJ), como primer vicepresidente; Carlos Berritzbeitia (PV), como segundo vicepresidente y Angelo Palmieri como Secretario. La nueva Junta obtuvo 100 votos a favor.
La sesión solemne se realizó en la sede del diario El Nacional, debido a que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) impidió violentamente la entrada de los Diputados al Palacio Federal Legislativo, sede de la Asamblea Nacional, para realizar la sesión correspondiente para las 11AM. También se impidió la entrada de la prensa nacional e internacional acreditada. De acuerdo a la Constitución venezolana vigente y el Reglamento de Interior y Debates de la AN, el parlamento puede sesionar en cualquier lugar. El Quorum mínimo para llevar a cabo cualquier votación es de 84 Diputados.
En horas de la mañana, la GNB controló la entrada de los Diputados al Palacio. Con listas en mano, solo permitió la entrada a Diputados de la bancada del PSUV y facciones aliadas. A mediodía, con trasmisión solo de VTV, la bancada del PSUV y aliados simularon elegir al Diputado Luis Parra (acusado de lavar la imagen de Alex Saab, empresario sancionado por Estados Unidos implicado en la trama de los CLAP), como presidente de la AN. Al no tener el Quorum mínimo, ni existir actas de asistencia ni votación, ni tener la presencia del anterior presidente de la AN (quien debía presidir la sesión), dicho acto no fue más que eso: una simulación para las cámaras.
La represión de la GNB a los Diputados fue rechazada por el ala democrática de la comunidad internacional. El grupo de Lima, la Unión Europea e incluso Argentina, México y Uruguay repudiaron el hecho. La foto del presidente Juan Guaidó trepando las rejas del Palacio para intentar entrar a la sesión donde se simulaba elegir a Parra, y de la GNB impidiéndoselo, ha dado la vuelta al mundo, incluyendo ser portada del Washington Post.
Hoy, en la segunda sesión del año, el escenario ha vuelto a cambiar, una movilización con los parlamentarios de la oposición logró entrar al hemiciclo a pesar de los bloqueos de la GNB, donde los diputados oficialistas no cabían en su cara de asombro, tras 48 horas, al no contar con las actas de asistencia o el respaldo de la votación, se desconoce la investidura simulada de Luis Parra, se ratificó y emitió las actas correspondientes sobre la reelección de Guaidó como presidente y se pudo constatar en imágenes la huida de varios diputados CLAP, el chavismo al no poder hacer mucho más arremetió en las afueras del recinto con lacrimógenas y colectivos.
Ahora bien, han cambiado una gran cantidad de elementos en la agenda y surgido nuevos factores, rostros y agendas a considerar. Pero dos cosas persisten: la presidencia de Guaidó y el apoyo del ala democrática de la comunidad internacional. Ante este nuevo y complejo escenario, surge la pregunta: ¿Cuál debe ser la estrategia de Juan Guaidó, al frente de la AN, para iniciar la transición en el año 2020?
En 2019, aunque se dieron avances importantes (recuperación de activos, conformación de una plataforma internacional inédita, aprobación del TIAR, profundización de las sanciones, deserciones en las FANB), el presidente Juan Guaidó y la Directiva de la AN no pudieron cumplir con ninguno de los tres objetivos planteados: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Objetivos que no se limitan a la comunicación política, sino que fueron elevados al rango de ley, en la Ley del Estatuto de la Transición.
Para alcanzar los objetivos del Estatuto, que implicarían el inicio de la transición del chavismo hacia la democracia, ¿Qué debe hacer el presidente Guaidó? Consideramos que deberá trazar una estrategia con los siguientes cinco puntos como pilares:
- Terrorismo como factor clave.
El primer paso que debe dar la Asamblea Nacional es lograr la inclusión de Venezuela en la lista de “Países que patrocinan y financian el terrorismo” del Departamento de Estado de Estados Unidos (EEUU). En la actualidad, solo hay cuatro Estados en la lista: Irán, Sudán, Corea del Norte y Siria. Dos naciones en medio de una terrible guerra civil (Siria y Sudán), un régimen totalitario con armas nucleares (Corea del Norte) y una teocracia fundamentalista (Irán) protagonista de la más recientes tensiones en Medio Oriente.
Entre esa “distinguida” compañía se encontraría Venezuela. Sobre esta decisión, ya se han dado dos pasos importantes.
En primera instancia, el 04 de septiembre del 2019, en el marco de la reacción internacional al rearme de las FARC en la vecina Colombia, la Asamblea Nacional declaró a las organizaciones “FARC-EP, Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN), HAMAS, HEZBOLLAH e ISIS” como Grupos terroristas. En la medida, se rechazaba la proliferación y expansión de “grupos narcoterroristas” en territorio venezolano, se responsabilizaba al régimen de Nicolás Maduro de haber convertido a Venezuela en un Estado Fallido y se acusaba a los cuerpos de seguridad del país de otorgarles protección al convertir nuestro territorio en un “Santuario de Grupos Armados Irregulares”.
En el documento, también se observa la violación de esta acción a la Resolución 1307 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la “Promoción del Terrorismo”, por lo cual el país se convertía en una “amenaza a la estabilidad, la paz y la seguridad no solo del continente, sino del mundo”.
Adicionalmente, el pasado viernes 03 de enero, el Centro Nacional de Comunicaciones, en nombre de la presidencia encargada, emitió un comunicado en el que afirmaba que “el terrorismo es la principal amenaza para la paz y seguridad del mundo” (en respuesta a los acontecimientos en Medio Oriente), argumentaba que en Venezuela se está “llevando una lucha contra una dictadura que patrocina y promueve el terrorismo” y que el origen de esta relación se dio cuando “Nicolás Maduro como Canciller firmó los primeros acuerdos con [el General iraní Qasam] Soleimani permitiendo que sus Fuerzas Quds incorporaran sus bancos sancionados y sus empresas a Venezuela”.
La inclusión de Venezuela a la lista de países que patrocinan y promocionan el terrorismo está ampliamente justificada. La decisión daría pie a la aplicación de mayores y más estrictas sanciones financieras internacionales. Regionalmente, esto podría generar mayores incentivos para que los Estados latinoamericanos, por medio del TIAR, apliquen a Venezuela un nuevo paquete de sanciones unilaterales que aumenten la presión sobre el régimen de facto venezolano.
2. Definir una clara e inequívoca posición de cara a las elecciones parlamentarias de 2020.
En 2020 habrá elecciones parlamentarias. Como quedó ampliamente demostrado el pasado 05 de enero, uno de los pilares políticos de la estrategia chavista es arrebatarle la AN a la oposición venezolana.
La táctica de eliminación gradual de la institución, aplicada por el chavismo entre 2016 y 2018, parecía estar funcionando. En 2019, el factor Juan Guaidó le demostró al chavismo que pudo haberlo pagado caro. Por eso no correrán más riesgos.
FACTOR LUIS PARRA
La simulación del Diputado Luis Parra es un paso más en el objetivo del chavismo de arrebatar la AN, incluso a un costo elevado. En esta vía de acción, lo siguiente será procurar hacerse con “la firma de la AN” para darle un necesario barniz de legalidad a las acciones del chavismo.
En días previos a la elección de la AN, Rusia, uno de los principales aliados geopolíticos del chavismo, declaró que esperaban que Juan Guaidó no fuese reelegido en la sesión para, posteriormente, poder enviar “asesores económicos” a Caracas. Días antes de la sesión, el periodista Francisco Poleo escribió que “Guaidó sería reelegido, a menos que Maduro le cumpla a Putin”. La simulación de Parra es la solución de Maduro a este tema: es su forma de cumplirle a Putin.
Y puede funcionar. Tener la firma de la AN, permitiría, entre otras cosas:
- Aprobar el crédito de la Corporación Andina de Fomento (CAF) para “aliviar la crisis eléctrica en el Zulia”.
- Aprobar el programa “Petróleo por Alimentos” destinado a paliar “la escasez de los venezolanos”.
Ambos proyectos han sido rechazados por los Diputados actuales, al tratarse de un perverso chantaje para profundizar el control social sobre los venezolanos y burlar las sanciones que los EE.UU ha impuesto a Venezuela.
Otra de las implicaciones de “tomar la AN” es la de las próximas elecciones parlamentarias.
Es probable que la bancada del PSUV acuerde “un nuevo CNE”, junto al Diputado Luis Parra. Este CNE convocaría nuevas elecciones donde el resultado estará decidido de antemano.
El chavismo apunta con esto a revertir la narrativa del pasado 20 de mayo. La comunidad internacional denunció la ilegalización de partidos y de candidatos, así como la parcialidad del CNE, como las principales razones para no reconocer la elección. Un “nuevo CNE” es la manera de legitimar las elecciones.
La otra jugada del chavismo será por vía jurídica. De esta manera, el bufete privado oficialista, el Tribunal Supremo de Justicia al mando de Maikel Moreno, aplicaría la “Operación Copei” (sentencia mediante la cual el TSJ de Moreno entregó el control del histórico partido venezolano, y con ello su tarjeta para participar en las elecciones, a una Junta Directiva), a los cuatro principales partidos políticos venezolanos: Voluntad Popular (VP), Primero Justicia (PJ), Acción Democrática (AD) y Un Nuevo Tiempo (UNT).
Por ello, la simulación llevaba a cabo por el chavismos no incluye solo a Luis Parra (PJ), sino a los Diputados Franklin Duarte (VP),
El TSJ, en tanto, entregaría PJ a Parra, VP a Duarte,
Un “nuevo CNE” convocaría elecciones adelantadas a las que participarían “candidatos opositores” de los “principales partidos políticos venezolanos”. Es la narrativa que buscará imponer el chavismo.
Ante esto, ¿qué debe hacer Juan Guaidó? La presidencia encargada debe trasmitir su posición firme, clara e inequívoca a los venezolanos en defensa de los partidos políticos venezolanos y, en consecuencia, sobre las elecciones parlamentarias. Sobre las segundas, algunos Diputados lo han hecho, pero no ha sido suficiente. En este contexto, no hay espacio para la ambigüedad en el mensaje. Cualquier signo de esta, se percibirá como titubeo en la acción.
Sea cual sea el resultado de la “toma de los partidos” por parte del TSJ, prospere o se imponga la resistencia del presidente Guaidó, el liderazgo enfrenta un gran dilema.
De prosperar, no habría manera de asistir a las mismas y el chavismo tomaría la AN con las lecciones aprendidas de la ANC.
Pero de no prosperar, ¿qué se debería hacer? Hasta hace algunos meses, es posible que existiese dilema. Luego de lo ocurrido el 05 de enero, resulta cuesta arriba pensar que la coalición chavista permitirá unas elecciones mínimamente libres. Desde la elección de la ANC el 30 de julio de 2017, la vía electoral parecía cerrada. La llegada de Guaidó, con la esperanza de conformación de un nuevo CNE, dio pie a pensar que el tercer pasó del mantra (“elecciones libres”) podrá preceder a la usurpación. El 05 de enero enterró esta posibilidad. La transición no iniciará en las urnas, pero sí podría morir en ellas.
3. Insistir en el quiebre de la Fuerza Armada.
La presidencia encargada deberá insistir en apuntar hacia las FANB para lograr el quiebre de la coalición dominante en el poder. Luego de las fotos de militares agrediendo al presidente y Diputados de la AN el 05 de enero, esta afirmación podría parecer una insensatez. Pero cuando se trata de Venezuela –por historia y estructura del sistema político- la verdad en esta: sin FANB, no habrá transición. Sea por acción u omisión de estas, sea por intervención directa o por negarse a intervenir, es indispensable su aporte para cesar la usurpación y estabilizar un hipotético gobierno de transición.
La FANB sostiene a Nicolás Maduro en el poder. Ninguna iniciativa política prosperará si no se tiene su beneplácito y apoyo. No solo de cara al cese de la usurpación, sino apuntalando a la estabilidad de las mismas, hay que contar con las FANB.
No obstante, hay que reconocer que en 2019, empezando por el 23 de febrero y terminando en la intentona del 30 de abril, se intentó esta vía que no prosperó. Aún así, toca insistir. Se trata de aumentar los incentivos para que la organización retire el apoyo –una vez más: por acción u omisión- al régimen de Maduro y vuelva a la senda constitucional de velar por la integridad territorial y defensa del Estado. El levantamiento de sanciones personales, la amnistía y la promesa de una asignación porcentual del presupuesto de la nación a la mejora y modernización de la organización puede ser la vía para lograr el quiebre.
El no haber logrado el apoyo de las FANB en 2019 no puede ser motivo para dejar de intentarlo en 2020. De las condiciones necesarias para iniciar la transición, el respaldo de la FANB es la que más se acerca a ser “suficiente”. En el plano latinoamericano, los dos pronunciamientos de la Fuerza Armada de Bolivia y sus consecuencias nos pueden dar una idea de las implicaciones que podría tener para nuestro proceso. Un adelanto: el Tribunal Electoral convocó elecciones presidenciales para mayo en el país.
En aras de lograr este objetivo, en una rueda de prensa celebrada este 7 de enero, el presidente Juan Guaidó llamó al Ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, a una reunión para que explicara la militarización del Palacio Federal Legislativo. La clave en la declaración de Guaidó es que reiteró la oferta planteada en el proceso de negociación en Oslo de crear un Consejo de Estado, en la que tanto él como Maduro se separaran del cargo de la presidencia. Este Consejo de Estado estaría conformado por todas las facciones políticas y servirían de gobierno de transición mientras se organizaban elecciones libres.
4. Mejorar la comunicación política.
La presidencia encargada ha tenido importantes logros. Algunos de ellos son: recuperación de activos, conformación de una plataforma internacional inédita, aprobación del TIAR, profundización de las sanciones, deserciones en las FANB.
No obstante, la gran mayoría de estos no han sido explotados políticamente. Una de las razones es el torpe manejo de la comunicación política. Urge mejorar este aspecto.
Dos elementos deben ser tomados en cuenta: el manejo de las expectativas y la censura de la dictadura.
En primera instancia, el mal manejo de las expectativas logró que la aprobación de Juan Guaidó haya descendido de más del 60% en febrero de 2019, a 40% a finales de año. 20 puntos de descenso. Del apoyo unánime a la crítica encarnizada. Manejar adecuadamente las expectativas, tener visión de mediano plazo y comunicar claramente los objetivos o logros ayudará a mantener el apoyo de la ciudadanía y, en última instancia, garantizar la asistencia de esta a las convocatorias que vendrán en 2020.
En el caso de la censura de la dictadura, es un tema conocido. Los venezolanos no tienen acceso a medios libres. Masivamente, solo pueden consumir propaganda de la usurpación. Al ir a la red –que está al alcance de solo una minoría de los venezolanos- muchos portales se encuentran bloqueados. En tanto, la presidencia encargada debe cuidar específicamente su manejo de estas plataformas. Todo está diseñado para que el ciudadano no tenga acceso al mensaje de la alianza democrática. Pero, si cuando lo recibe es un mal mensaje o con errores groseros, la grieta aumenta y el descontento prolifera. Hay que evitar estos errores.
De nada sirve ir ganando, si no lo creen así tus tropas. Y hoy los venezolanos no creen que vayamos ganando. Es indispensable que la presidencia encargada mejore su comunicación con los venezolanos si aspira a lograr sus objetivos en 2020.
5. Reconstruir la confianza de los ciudadanos en la AN.
De los cinco Poderes Públicos que funcionan en la práctica en Venezuela, cuatro de ellos son ilegítimos: Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral. Solo el Poder Legislativo, conformado por los Diputados de la Asamblea Nacional, representa la voluntad del pueblo venezolano.
En tanto, la confianza en el AN, en un país donde las instituciones han sido secuestradas, es la confianza en la democracia.
Los casos de corrupción, la opacidad en el manejo de recursos y la poca transparencia han disminuido la confianza de los ciudadanos en sus Diputados. Si el país no confía en la AN, no asistirá a convocatorias, no difundirá los mensajes, no apoyará al liderazgo y, en última instancia, no apoyará un eventual gobierno de transición. Reconstruir ese vínculo, a los niveles de enero y febrero del 2019, es tarea pendiente y prioritaria de la presidencia encargada.
Porque confiar en la AN no es inclinarse por una u otra afiliación política, por este o aquel liderazgo. No. Es confiar en la última institución legítima y democrática que ejerce en el país. No obstante, los venezolanos tienen razones para desconfiar. Asimismo, corresponde al liderazgo político reconstruir la confianza perdida. Coherencia en el mensaje, estrategia en la unión, una visión de país alterna al desastre que vivimos y resultados que respalden la retórica es la manera de empezar a componer el vínculo.
Reflexión final
En el enrevesado y aburrido lenguaje de los politólogos, se suele advertir que el chavismo es un “régimen político con vocación totalitaria”. En un lenguaje sencillo, esto significa no más que un grupo político organizado para abarcar y controlar la totalidad de los aspectos de la vida de las personas, desde la esfera pública a la privada; desde lo que leen, hasta lo que no pueden leer; desde lo que comen, hasta lo que no pueden comer; desde cómo piensan, hasta como sienten; desde la primaria hasta la universidad. Esto es el chavismo. Hacia esto se encaminan.
Por tanto, es indispensable que el liderazgo político democrático no subestime el carácter totalitario del chavismo. No es un régimen más, no es un mal gobierno. Para enfrentarlo con efectividad, y vencerlo, es indispensable tener una estrategia clara. La legitimidad, el apego a la ley y la invocación de la Constitución no son una estrategia. No se puede pretender jugar de acuerdo “al librito”, mientras el chavismo lo pisotea con sus botas.
Finalmente, y ante todo este panorama, es menester alertar que, ante la evolución del chavismo, que empieza a perfilarse como un híbrido entre el totalitarismo norcoreano y el neozarismo ruso aristocrático, el año 2020, de la mano del liderazgo de la Asamblea Nacional, puede llegar a ser la última oportunidad para iniciar en Venezuela una transición sin violencia.
Alea iacta est. La suerte está echada.